lunes, 17 de marzo de 2014

El quehacer del historiador.

11-03-201,  12-03-2014 y 17-03-2014.

El quehacer del historiador.

“[…] Me dijeron que ya no hay islas desconocidas, y que, incluso habiéndolas, no iban a dejar el sosiego de sus lares y la buena vida de los barcos de línea para meterse en aventuras oceánicas a la búsqueda de un imposible, como si todavía estuviéramos en el tiempo del mar tenebroso, Y tú que les respondiste, Que el mar es siempre tenebroso […]”. [1]

El cuento de la isla desconocida.

A mediados del mes de febrero del presente año (2014), recibí un obsequio. ¿El regalo?, un cuento de José Saramago titulado como este primer apartado.[2] En el transcurso de la lectura, además de todas las emociones que surgieron (incluso ahora que lo recuerdo), trajo consigo una idea que no es ajena a una de mis inquietudes: ¿cómo explicar, de una manera en que los hasta ahora no especialistas en la historia, comprendan el quehacer de un historiador actual?.

Fue mientras comía en un restaurante donde surgió una posible respuesta: una interpolación del cuento del autor portugués para explicar la teoría de la historia que surge a partir del giro lingüístico de los 60’s-70`s sin recurrir directamente a los libros especializados sobre la teoría de la historia.[3]

Para hacerlo, primero haré un breve resumen de la narración del cuento. (En la segunda nota al pie de página pongo de dos links para quien deseé leerlo así como la invitación a hacerlo). En un segundo momento, haré la extracción de los personajes del cuento que explicarán – después de dar cuenta de los papeles que ejercen en la narración- el quehacer del historiador. En un tercer y posible último momento, haré una reflexión sobre la apertura de posibilidad de todo texto producido y leído.

Un hombre decide pedirle al rey del territorio donde vive, un barco. Sin embargo, la organización política (burocracia) que hay para escuchar las peticiones del pueblo, para con el rey, es, en principio, un impedimento. En el palacio había diversas puertas. El rey se situaba en la de los regalos y, al recibir cantidades demandantes de atención, desatendía la puerta de las peticiones- donde se encontraba el hombre que pedía el barco-. Quien responde al llamado de la puerta no fue ninguno de sus secretarios, tantos como puertas en el palacio, fue la mujer de la limpieza que a su vez, notificaba a los secretarios lo que acontecía. El hombre, tras ser en un principio ignorado, advirtió, en su diálogo con la mujer de la limpieza, que no se iría hasta hablar con el rey y hacerle su petición. El tiempo colmó la paciencia de la gente que esperaba ser atendida también por el rey, quienes desesperados se formaban detrás del hombre y su deseo por el barco. Tras el inicio de algunas sublevaciones del pueblo, el rey, decide atender al primer hombre de la fila, el que deseaba el barco. Después del diálogo entre el rey y el hombre, en el cual tras una negociación, el rey decide darle el barco al hombre, ambos fueron por él. Tras ellos, la mujer de la limpieza, renunciando al trabajo que la distingue de solamente estar siendo mujer, se dirige hacia el hombre, que es impresionado debido a la decisión de la mujer para ser parte de la aventura que originó todo la narración: la búsqueda de la isla desconocida. El barco, además de tener dos tripulantes: la mujer y el hombre, necesitaba más gente para navegar a un sitio desconocido. Tras ser rechazado por quienes recibieron la invitación,[4] el hombre decide emprender el viaje que, sin seguridad alguna de destino más que la incertidumbre; el deseo de lo Otro; el goce que tensa el encuentro; el viaje, y la necesidad de pensarse contingente, lo llevaría a vivir, apasionado por la isla desconocida y la mujer, en un mundo atravesado por lo tangible, lo intangible, lo posible, lo imposible y aquello que nos incita desde lo más profundo de nuestro desconocimiento, a salir (aunque sea por ilusión o si es posible, por un segundo) y entenderse desde fuera. El viaje, habita la realidad que escapa del mundo de la gente despierta, de los días. Es, en la densa, añorada, incomprensible e inmedible atmósfera del sueño, de lo (i)lógico, donde el viaje inició desde un principio. Dentro del sueño, el barco estaba lleno de tripulación, víveres, energía y objetos que hacían de este medio de transporte, un espacio similar al de un hogar. Después de trascurrir el tiempo en el mar, la tripulación empezó a desesperar y amenazar al hombre -en el sueño capitán del barco- con desembarcar en el primer terreno que se apareciese. Advertido el capitán, permitió a la tripulación abandonar sus puestos al tocar tierra. Y así fue. Sólo en su barco, notaba que algo cambiaba. Las plantas que llevó para decorar el barco se desbordaban de las macetas invadiendo la estructura de madera, los mástiles se convertían en árboles, el barco parecía una isla flotante. Incluso, aves vivían entre las maderas. EL barco, el medio para alcanzar lo anhelado se volvió, con el tiempo, la isla desconocida.
Tras dejar este mundo de los deseos y lo (ir)racional, el hombre, al despertar más acompañado que nunca. A lado de una mujer que, por sí misma decidió estar a lado de él y con el sueño más excitante de su vida. Junto con la mujer de la limpieza pintaron el barco poniéndole de nombre el origen del cuento, el título que abre la posibilidad de encuentro: la isla desconocida.

Interpolación.

En el resumen del cuento enfaticé algunos personajes con negritas para marcar la importancia que tendrán en la interpolación del cuento con la explicación. A continuación pondré el papel de los personajes en el quehacer de la historia seguido de cómo, a partir de la similitud, es posible el entendimiento de quehacer del historiador.

a) Las islas conocidas en el cuento representan el acontecimiento (suceso y sujeto). El pasado. Es un pasado objetivo que se dice conocer a través de la historia y que, por ser estudiadas y haber evidencia empírica (documentos), es tomado como verdad, como un objeto ya estudiado.

b) La isla desconocida representa el acontecimiento siempre abierto al porvenir, es decir, contingente. Se entiende por contingente: las múltiples significaciones que un significante, el acontecimiento en este caso, arroja en el transcurso de las distintas composiciones de pensamiento que en el tiempo han surgido.

c) El rey representa al dispositivo histórico. Se entiende por dispositivo histórico lo siguiente: La presencia de la técnica en todo trabajo histórico. La técnica es “representada” con diversas tecnologías que disponen al historiador las posibilidades en un tiempo y espacio para generar conocimiento. Es el dispositivo histórico lo que determina toda investigación histórica. Los limites, los alcances y su posibilidad de existencia está atravesado por este determinante.

d) El hombre (refiriéndome a quien le exige al rey el barco y tiene el proyecto de ir en búsqueda de la isla desconocida) representa al historiador. El historiador es quien devuelve las ideas al  espacio donde fueron producidas esforzándose en evitar, por decirlo de algún modo, la colonización de nociones/conceptos, de un espacio en el nuestro. Es decir, el historiador ofrece un espacio al pasado para darse un espacio en el presente. A través de la escritura, el historiador, crea la contingencia de los acontecimientos dejando claro que, todo lo que se diga no puede ser tomado como absoluto. El historiador trabaja a su vez con lo imposible, con lo ausente, con lo Otro. Es un saber que trabaja desde lo Mismo lo Otro. Así mismo permite, el conocimiento histórico, hacer una crítica de la conformación del pensamiento presente y, posiblemente, del pasado.

e) La gente o tripulación invitada a participar en la embarcación representa al resto de personas que no son parte de la institución histórica y piensa que la verdad es posible conocerla a partir de leyes universales que hacen al conocimiento valido en todo espacio y tiempo. Ejemplo: explicar una situación social en la Grecia clásica (siglo IV a.C.) a partir de principios marxistas o explicar la vida de Jesús a partir de conceptos como revolucionario o clases sociales. En ambos ejemplos, los acontecimientos son medidos y trabajados con conceptos ajenos de su época que nos hacen entender, o al menos eso pretenden, lo que sucedió. Sin embargo, eran otros los modelos de pensamiento de aquellas épocas por consiguiente, no sé sabe si existían si quiera los conceptos que se le atribuyen.

f) La mujer de la limpieza representa el lazo social que produce el saber histórico. El historiador, al producir su conocimiento y arrojarlo al mercado o a la distribución y difusión crea potencialidad de contingencia para el lector que llegue a dejarse afectar por lo producido. El resultado es un lector que se convierte en un agente activo en el pensamiento contingente.

g) El barco representa la tecnología y al lenguaje. La tecnología, como lo mencioné arriba, es la representación de la técnica. Todo historiador, debe, para pertenecer al gremio de historiadores, emplear ciertas tecnologías para realizar su investigación. Estas tecnologías son el conjunto de métodos y procedimientos que tiene el historiador al dar cuenta de su oficio.  

Con respecto al lenguaje, el historiador escribe. El historiador está siendo con el lenguaje mientras produce su conocimiento. Dicho lenguaje, por estar inscrito en ciertas normas gramaticales y de sentido, tiene en un primer momento limitaciones. Y esta estructura de signos que podemos llamar ahora abecedario y reglas gramaticales, son nuestra herramienta principal para producir contingencia. ¿Cómo hacerlo?. A partir de un modo de escritura que, apegándonos a las normas del lenguaje escrito, podamos crear un espacio en el que el lector pueda participar como agente activo, es decir, con la utilización de símiles, de metáforas, de aforismos, de “estilos” literarios. Ya que son estos, los que permiten abrir al porvenir los acontecimientos y presentarlos no como verdades absolutas, sino como aproximaciones.

h) Organización política (burocracia) y secretarios. Ambos representan a la institución. Al lugar de producción del conocimiento histórico. La institución ejerce un papel semejante al del rey. Al dispositivo. Las instituciones ante la necesidad de validación, requieren a su vez, de otras instituciones, para tener un control y clasificación de lo que se produce. Y esto, por principio, tiene una labor excluyente. Las dificultades inician cuando, las producciones, no llenan el requisito y se salen del margen de los principios institucionales por no ser validados, lo que crea, inherentemente, una represión a lo Otro. Sin embargo, con perspectiva y en el margen, lo claro se torna oscuro y es lo oscuro, sólo eso, lo que nos hace, sin seguridad, entendernos contingentes y así pertenecer, con todo lo advertido, a la institución.

i) El sueño representa el nervio del quehacer del historiador. En el cuento, el sueño es lo que permite y vuelve posible e incluso “real” el deseo de viajar hacia la isla desconocida. Es, en este lapso intangible, inmedible, inclasificable, imposible, donde lo que el hombre o si se prefiere, el historiador, se propone en el mundo, digámoslo así, terrenal. Traer al presente, lo que como un recuerdo borroso, tal vez de algo que ni siquiera ha pasado pero existe en la memoria, con la escritura. El sueño es el motor. El escribir historia es narrar anhelos de memorias distorsionadas, borrosas, inventadas, lúcidas, encriptadas, reprimidas, imposibles, para dar cuenta de que el pasado, en su imposibilidad de llegar a él directamente, está siempre abierto a posibilidades.

El quehacer. 

En resumen de la interpolación y haciendo las adaptaciones pertinentes tenemos lo siguiente:

El quehacer del historiador está siendo el continuo esfuerzo, sin saber que se llegue a algo si quiera, de dar un lugar al pasado devolviendo las ideas producidas en las distintas épocas en las que fueron producidas para darnos, en el presente, un lugar a quienes lo vivimos. El esfuerzo requiere de un constante contacto con lo Otro y por consiguiente, para llevar a cabo este contacto es necesario y primordial, conocer lo Uno. Ya que sin Uno, no podría haber Otro y viceversa. El proceso de entendimiento de lo Uno se compone de conocer, a medida de lo posible y vislumbrando las fronteras, la conformación del pensamiento del hombre de occidente a través de la noción de tiempo lineal. Si se ejerce este procedimiento, podrá dar cuenta de que, mientras lo Uno se conforma, diáloga con lo Otro. (Ejemplo: pensemos el abecedario completo como una estructura compuesta de 27 letras que, combinándolas de acuerdo con leyes que se esfuerzan en darle sentido, ofrecen significado a las letras y palabras. Para reconocer que A es A debe de haber una diferencia con la cual podamos dar cuenta que A no es otra cosa. Es, a partir de la existencia de B, C, D, etc. que A tiene identidad. Ya que, en sí misma, sería imposible conocerla como tal. Este reconocimiento de A incluye que A deje de pensarse como la Única letra del abecedario porque es el resto de las palabras, lo que la hacen ser distinguible. En tanto A se sabe A por la diferencia, reconoce lo Otro, en este caso, la B, etc. Sin embargo B no se limita a la visión que hace A al reconocer a B. Ya que B se ve desde la perspectiva de A. Si se ve desde la perspectiva C, no es igual. Todas las letras son contingentes porque es la diferencia entre ellas lo que les da identidad, no obstante, la identidad será concebida distinta  dependiendo desde la letra que se quiera ver. Todas ellas, las palabras, están abiertas y no con un significado Único pero si con un significante que es lo que les otorga el sentido. Pero hay que advertir lo siguiente: que las letras estén abiertas sean vistas y entendidas distintas por cada letra que ve a Otra no significa que entonces, su identidad es subjetiva. Las letras están dentro de una estructura y es eso, la estructura misma que las contiene y las vuelve posibles, lo que permea las aperturas con los limites que le sean inherentes al abecedario.)

El quehacer del historiador pone su atención en lo no dicho y en lo dicho de forma no literal, es decir, entre líneas. (Ejemplo: en un libro de historia que busca representar la cronología de la así llamada Revolución Mexicana, el historiador deberá de leer- con sumo cuidado y atención- las palabras que se repiten, las ausencias que el texto deja ver para- una vez habiendo detectado lo no literal o ausente- dar cuenta de aquello que escapa, atender el residuo.)

Las técnicas que se disponen, por el espacio y tiempo en el que se encuentra el historiador, serán las condiciones de posibilidad para relacionarnos con lo Uno y lo Otro. Hay que entender y dejar claro que, como expliqué arriba, las técnicas o mejor dicho, las tecnologías- como representación de la técnica- cambian y no son fijas ni absolutas. Esto significa que, en el transcurso de la relación entre hombre y técnicas, aquello que el historiador estudia, el Otro ( pasado, sujeto, suceso), se irá moldeando entendiendo siempre diferente, al oficio del historiador y a su objeto de estudio, abriendo el qué hacer del historiador al porvenir.

El lazo social que produce la historia, creo yo, es el alcance/límite más cuestionado del quehacer del historiador. El producto del historiador  (el libro de historia) es un esfuerzo- dentro de varios- de pensar contingentemente. El esfuerzo es arrojado al público, al lector y es él quien, afectado por el contenido, decidirá darse la oportunidad de iniciar, junto con el historiador, el viaje a lo desconocido. La incertidumbre del destino poblara al lector, la angustia lo dejará consigo mismo, lo enfrentará a la oscuridad, lo mantendrá eternamente en la caída a un vacío, volverá  incierto, al igual que el destino, el origen del lector mismo y su viaje llevando sus pensamientos al limite de la razón rozando la locura, la demencia, el delirio, el contacto siempre espectral del Otro y, tal vez, de lo Uno. Escribir historia es, desde el historiador, crear un espacio en el que el lector y el historiador mismo, pueda pensar(se) y sentir(se) en el margen de lo posible al pasado, a aquello que se escapa continuamente, a la muerte, a la ausencia. El lazo social del historiador podría semejarse al del arquitecto construyendo un cementerio, un espacio donde el pasado y el presente, se encuentran en la diferencia. 

Después de las múltiples reiteraciones.

Es complejo explicar el quehacer del historiador. Sin embargo, hay que arriesgar. La propuesta se compone en pensar y ejercer el lazo social de la historia, divulgar el qué hacer del oficio, invitar a leer el cuento de Saramago, escribir algo con ello proponiendo y por ultimo, dejarse maravillar por la capacidad que tiene el encuentro con lo desconocido de emocionar y otorgarle sentido a nuestras vidas.

JAGordilloL.


[1] José Saramago, El cuento de la isla desconocida, trad. Pilar del Río (México: Punto de Lectura, 2013), 45.
[3] El propósito y posible origen de esta necesidad de explicación surge a partir de la inquietud de la pregunta: ¿Cuál es la función social de la historia en el presente?. En un esfuerzo de forjar, a través de la Internet, un lazo social entre la historia y la comunidad que no perteneciente a este saber, arriesgo esta interpolación que dará cuenta, desde mi entendimiento, qué hace un historiador. 
Para consultar libros que introduzcan la discusión sobre el qué hacer de un historiador recomiendo los siguientes: 
-La Escritura de la Historia, Michel de Certeau.
-Historia y Psicoanálisis, Michel de Certeau.
-Las Palabras y las Cosas, Michel Foucault. 
-Mal de Archivo, Jacques Derrida.
-Historia en Tránsito- Dominick LaCapra.
[4] Ver la primera cita de este texto.

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